Nobel de Química
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Roald Hoffmann, Premio Nobel de Química
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El profesor Hoffmann, quien en 1981 obtuvo el Premio Nobel de Química
junto al japonés Fukui Kenichi,
fue uno de los invitados a la ‘I Escuela
Colombiana de Teoría y Computación
en las Ciencias Moleculares’ y al ‘IV
Encuentro Nacional de Químicos Teóricos
y Computacionales’; eventos organizados
por el Departamento de Química de la
Universidad del Valle, del 28 de abril al 1
de mayo de 2012.
Hoffmann, un científico apasionado por
el arte y la poesía, quien tuvo que vivir
la época del holocausto en la Segunda
Guerra Mundial, nos habla sobre el rol de
la ciencia, sobre gustos y temores y sobre
su asombro de ver tantos jóvenes, en la
Universidad del Valle, interesados en esta
disciplina.
La idea más recurrente que se tiene de los
científicos, es de personas metidas en un
laboratorio, con sus batas blancas y sus
tubos de ensayo. No obstante, sabemos
que ese no es el único mundo posible para
una persona de la ciencia, ¿qué nos podría
contar al respecto?
RH. Esa imagen de los científicos es lo
que llamo estereotipo. Los científicos
ciertamente mantienen dedicados al
trabajo, muchas veces, son adictos a él.
Sin embargo, son personas normales, con
gustos y pasiones al igual que los demás.
Con frecuencia nos hacemos imágenes
mentales donde encasillamos las diversas.
profesiones, errando, a menudo, en lo que
verdaderamente consisten sus campos de
acción. Si tú me preguntas -¿qué haces?- Yo
con mucho gusto te responderé.
La pregunta estaba relacionada con la
diferencia entre la química experimental y la
química teórica, siendo esta última el campo
donde usted se ha desempeñado.
RH. La química transforma cosas del
mundo, es principalmente una ciencia
experimental. La gente, desde antes que
la ciencia química se estableciera, hacía
medicinas, cocinaba la comida, preparaba
pigmentos, fabricaba saborizantes… puros
procedimientos químicos de transformación
de sustancias ligados a la vida cotidiana.
Los químicos teóricos lo que hacemos es
tratar de calcular, usando el computador o
la cabeza, las propiedades de las moléculas.
Tratamos de explicar lo que otras personas
han encontrado o han obtenido por medio
de los experimentos.
Sabemos que durante su niñez usted y su
familia pasaron momentos muy difíciles
con la ocupación de los nazis. ¿Cómo
influenció esta experiencia su vida?
RH. Una romántica creencia es que la gente
se vuelve mejor porque tiene sufrimientos.
Esto no es siempre cierto. Te puedo
contar desde mi experiencia personal,
que el sobrevivir a la guerra no me hizo
necesariamente una mejor persona. Los
efectos son simples, tú no quieres que esto
vuelva a suceder. Es una experiencia que
deja muchas secuelas psicológicas. Le temo
todavía a la gente con uniforme, aun siendo
meseras o camareras de hoteles. La guerra
hace retroceder al mundo, las personas que
visten uniformes son peligrosas para mí.
Usted es un hombre de la ciencia pero también
ha sido un hombre apasionado por las artes,¿cómo ha combinado esto en su vida?
RH. Todas las personas tenemos pasiones
que expresamos de alguna u otra forma.
Los científicos, especialmente, debemos
alimentar nuestro espíritu con otro tipo
de prácticas. Mi interés por el arte y la
literatura se remonta a los días como estudiante en la Universidad de Columbia.
Uno estaba expuesto a cursos fuera de las
ciencias, como parte de la idea americana
de la educación general, donde todos
tomamos cursos de artes, lenguas y de
ciencia; independiente de la orientación
de nuestras carreras.
Los cursos que realicé de poesía, literatura
japonesa y sobre Shakespeare dejaron
una gran marca en mí, sencillamente
abrieron mi mundo. Desde aquel tiempo
es que el arte y la ciencia son mis grandes
pasiones. En mitad de la vida comencé a
escribir poesía, ensayos y algunas obras
teatrales. Siento que con todo esto hay
una importante espiritualidad en mi
existencia.
No es la primera vez que visita Colombia,
ya había estado en Medellín y ahora
está con nosotros en Cali visitando la
Universidad del Valle. ¿Qué es lo que más
le ha llamado la atención de nuestro país?
RH. Definitivamente me gusta Colombia.
Al llegar a Estados Unidos crecí en un
barrio de la ciudad de Nueva York llamado
Jackson Heights, donde conviví con muchos
inmigrantes colombianos. A través de la
literatura he conocido sobre su cultura,
sobre su arte, tengo colgado en mi casa un
Omar Rayo y obras de Enrique Grau. Estoy
muy complacido de venir a Colombia; me
gusta la gente, la comida, la música... me
gusta también la dedicación de los jóvenes
en la universidad, es asombroso ver tantos
jóvenes interesados en la ciencia.
Hablando de los jóvenes que están estudiando en aéreas relacionadas con las ciencias, ¿cuál
sería su mensaje para ellos?
RH. Mi mensaje es que estudien bastante,
sigan sus intuiciones, preocúpense por las
cosas que puedan combinar en sus vidas y
tomen decisiones. Es posible hacer arte y
ciencia a la vez, preocúpense por sus carreras
y solo sigan la inclinación de estudiar lo que
quieren, lo que piensan que es importante.
Pero también asegúrense de divertirse.