Edición 121- Mayo 15 de 2012

Nobel de Química

 


Roald Hoffmann, Premio Nobel de Química

 

El profesor Hoffmann, quien en 1981 obtuvo el Premio Nobel de Química junto al japonés Fukui Kenichi, fue uno de los invitados a la ‘I Escuela Colombiana de Teoría y Computación en las Ciencias Moleculares’ y al ‘IV Encuentro Nacional de Químicos Teóricos y Computacionales’; eventos organizados por el Departamento de Química de la Universidad del Valle, del 28 de abril al 1 de mayo de 2012.

Hoffmann, un científico apasionado por el arte y la poesía, quien tuvo que vivir la época del holocausto en la Segunda Guerra Mundial, nos habla sobre el rol de la ciencia, sobre gustos y temores y sobre su asombro de ver tantos jóvenes, en la Universidad del Valle, interesados en esta disciplina.

La idea más recurrente que se tiene de los científicos, es de personas metidas en un laboratorio, con sus batas blancas y sus tubos de ensayo. No obstante, sabemos que ese no es el único mundo posible para una persona de la ciencia, ¿qué nos podría contar al respecto?

RH. Esa imagen de los científicos es lo que llamo estereotipo. Los científicos ciertamente mantienen dedicados al trabajo, muchas veces, son adictos a él. Sin embargo, son personas normales, con gustos y pasiones al igual que los demás. Con frecuencia nos hacemos imágenes mentales donde encasillamos las diversas.

profesiones, errando, a menudo, en lo que verdaderamente consisten sus campos de
acción. Si tú me preguntas -¿qué haces?- Yo con mucho gusto te responderé.

La pregunta estaba relacionada con la diferencia entre la química experimental y la química teórica, siendo esta última el campo donde usted se ha desempeñado.

RH. La química transforma cosas del mundo, es principalmente una ciencia experimental. La gente, desde antes que la ciencia química se estableciera, hacía medicinas, cocinaba la comida, preparaba pigmentos, fabricaba saborizantes… puros
procedimientos químicos de transformación de sustancias ligados a la vida cotidiana. Los químicos teóricos lo que hacemos es tratar de calcular, usando el computador o
la cabeza, las propiedades de las moléculas. Tratamos de explicar lo que otras personas han encontrado o han obtenido por medio de los experimentos.

Sabemos que durante su niñez usted y su familia pasaron momentos muy difíciles con la ocupación de los nazis. ¿Cómo influenció esta experiencia su vida?

RH. Una romántica creencia es que la gente se vuelve mejor porque tiene sufrimientos. Esto no es siempre cierto. Te puedo contar desde mi experiencia personal, que el sobrevivir a la guerra no me hizo necesariamente una mejor persona. Los efectos son simples, tú no quieres que esto vuelva a suceder. Es una experiencia que deja muchas secuelas psicológicas. Le temo todavía a la gente con uniforme, aun siendo meseras o camareras de hoteles. La guerra hace retroceder al mundo, las personas que visten uniformes son peligrosas para mí.

Usted es un hombre de la ciencia pero también ha sido un hombre apasionado por las artes,¿cómo ha combinado esto en su vida?

RH. Todas las personas tenemos pasiones que expresamos de alguna u otra forma. Los científicos, especialmente, debemos alimentar nuestro espíritu con otro tipo de prácticas. Mi interés por el arte y la literatura se remonta a los días como estudiante en la Universidad de Columbia. Uno estaba expuesto a cursos fuera de las ciencias, como parte de la idea americana de la educación general, donde todos tomamos cursos de artes, lenguas y de ciencia; independiente de la orientación de nuestras carreras.

Los cursos que realicé de poesía, literatura japonesa y sobre Shakespeare dejaron una gran marca en mí, sencillamente abrieron mi mundo. Desde aquel tiempo es que el arte y la ciencia son mis grandes pasiones. En mitad de la vida comencé a escribir poesía, ensayos y algunas obras teatrales. Siento que con todo esto hay una importante espiritualidad en mi existencia.

No es la primera vez que visita Colombia, ya había estado en Medellín y ahora está con nosotros en Cali visitando la Universidad del Valle. ¿Qué es lo que más le ha llamado la atención de nuestro país?

RH. Definitivamente me gusta Colombia. Al llegar a Estados Unidos crecí en un barrio de la ciudad de Nueva York llamado Jackson Heights, donde conviví con muchos inmigrantes colombianos. A través de la literatura he conocido sobre su cultura, sobre su arte, tengo colgado en mi casa un Omar Rayo y obras de Enrique Grau. Estoy muy complacido de venir a Colombia; me gusta la gente, la comida, la música... me gusta también la dedicación de los jóvenes en la universidad, es asombroso ver tantos jóvenes interesados en la ciencia.


Hablando de los jóvenes que están estudiando en aéreas relacionadas con las ciencias, ¿cuál sería su mensaje para ellos?

RH. Mi mensaje es que estudien bastante, sigan sus intuiciones, preocúpense por las
cosas que puedan combinar en sus vidas y tomen decisiones. Es posible hacer arte y
ciencia a la vez, preocúpense por sus carreras y solo sigan la inclinación de estudiar lo que quieren, lo que piensan que es importante. Pero también asegúrense de divertirse.

 
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